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Primeras semanas de Fátima en Orissa

Nuestra compañera Fátima Montero, profesora y bailarina de danza Odissi, hace unas semanas dejó Madrid para trasladarse al estado de Orissa, en la India. Allí pasará un año aprendiendo Odissi de una de las mejores profesoras de esta danza en todo el país. Nos escribe este pequeño post sobre cómo han sido sus primeras semanas en la India y cómo es el método de aprendizaje de la danza Odissi en su escuela. Estamos seguras de que aprovechará al máximo esta experiencia y volverá echa una gran maestra. Mientras, en Madrid ¡la echaremos de menos! :)

El monzón Hoy ha salido el sol (un rato), y nos ha dado una gran alegría poder tender la ropa fuera. Durante una semana todo ha estado húmedo: la ropa, el pelo, las sábanas, ¡el dinero! La humedad, su olor, la oscuridad del cielo cubierto de nubes grises y los mosquitos nos habían dejado el ánimo muy bajo. Pero hoy, qué feliz me hace ver cómo el viento mece mis sarees tendidos en las cuerdas de la terraza. Disciplina Calentamiento a las 8:00 de la mañana. ¿Por qué? Si acabo de salir de la cama, todavía estoy calentita y adormilada. Ejercicios de chowkas y tribhangas, secuencias de repetición de pasos, de más sencillos a más complejos. En mi primera estancia en Odisha fueron mi pesadilla, pero cada día cuando respiro hondo al terminarlos pienso que estoy un paso más cerca de las piernas de acero de las que tanto hablamos las compañeras.

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Repasamos todas las piezas que nos sabemos, observamos a la compañeras veteranas cuando bailan las que no hemos aprendido todavía, y corregimos o avanzamos con la coreografía que estamos aprendiendo, una pieza rápida e intensa dedicada a Shiva. A ver cómo saco adelante a un Shiva fuerte y orgulloso, con lo cursi que soy yo. No se pueden reservar fuerzas para más adelante. Tienes que bailar cada coreografía con toda la fuerza que tengas en las piernas y tu mejor sonrisa en la cara, aunque te caigan los goterones de sudor al suelo, aunque mi maestra me mire con una tristísima cara de decepción cada vez que me equivoco. Pero la clase sigue. Again. Y otra vez tienes que bailarla como si fuera la última.

A veces esa rutina se rompe con un ensayo de Sujata. Y durante una hora no existen los mosquitos, el tráfico, la peste, el moho, los madrugones ni el dolor. Esa hora se hace una ofrenda de movimientos hermosos, y desde que empiezan a sonar las primeras notas de Hamshadwani pallavi todo el mundo sonríe. Sorpresa Las horas de clase no son fijas. La hora a la que empiezan las actuaciones nunca se cumple. La hora a la que abren las tiendas es aproximada. Se hace de noche a las 18:30 y en mi calle no hay farolas, con lo cual aunque no fuera peligroso volver a casa de noche, no podría encontrarla, o podría caerme al canal lleno de basura y ratas de tamaño de gatos. No sabemos si tenemos la tarde libre hasta una hora antes, no sabemos si tenemos el día libre hasta esa mañana. Esto implica que la vida social es mínima y se restringe al ámbito de la escuela, porque hacemos planes y cancelaciones de última hora, y que es muy difícil intentar hacer turismo, visitar un museo, ir a otra ciudad, etc. ¡Pero hay tantas cosas que quiero hacer!

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